Cuando lleguemos a algún sitio, colócame donde pueda ver a todo el mundo…y cuidado, echa el freno.

Cuando mantengamos una conversación cuéntame y déjame que te cuente.

Ten paciencia, y si no me entiendes pídeme que te repita, respeta mi ritmo.

Si vamos juntos a comer en algún sitio, pregúntame cómo puedes ayudarme, y pon la comida a mi alcance.

No me prometas lo que no vas a cumplir.

Espero que tus muestras de cariño sean acordes a nuestra relación, a nuestra edad, al contexto y al momento.

Ten en en cuenta que mi escala de valores puede ser distinta, a veces lo que para ti es una tarea rutinaria para mí es todo un logro.

Si vamos a salir juntos, pregúntame donde quiero ir. No me lleves de un lado a otro sin informarme.

Si vamos andando, ajusta tu paso al mío y ofréceme tu brazo por si lo necesito.

Pregúntame si la velocidad y los cambios de dirección cuando empujas mi silla son adecuados.

Háblame mirándome a la cara cuando quieras decirme algo, no me lo digas a través de terceros.

Pídeme opinión.

Ofréceme sólo la ayuda imprescindible y complementaria para «que las cosas sean posibles».

Háblame de mis capacidades no sólo de mis limitaciones.