Carta de una madre con una niña con parálisis cerebral que acude al Centro de Educación Especial ATENPACE
Yo soy lo que suelen llamar “una madre especial”. Nos llaman así a las madres de niños con
necesidades especiales. Y porque una de mis hijas tiene necesidades especiales, me afecta
especialmente el destino de los centros de educación especial.
Cuando llegó el momento de escolarizar a mi hija con necesidades especiales, fue un momento
duro, por dos motivos: lo primero, porque yo creía con toda el alma que mi pequeña no podría
estar bien si no estaba conmigo; lo segundo, porque siempre imaginé mis hijas en el mismo cole,
en un colegio regular.
Por todo ello, cuando llegó el momento de escolarizar a mi hija, el primer contacto con el cole
de educación especial que frecuenta al día de hoy se reveló difícil. En la primera visita al centro
con la directora, los minutos antes, cuando esperaba en el pasillo, tuve que hacer un esfuerzo
por contener las lágrimas y no echarme a llorar allí mismo. No lo había imaginado así. Yo quería
a mi hija corriendo y saltando por los pasillos con sus compañeros, buscando a su hermana
mayor con la mirada cuando terminaban las clases, enseñándome sus dibujos y contándome
como había ido el cole.
Mientras pensaba en todo aquello llegó la directora, con su sonrisa abierta y su mirada calorosa,
y me sentí tan acogida, tan arropada, que de repente mis pensamientos de antes ya no
importaban tanto. Me enseñó el cole, me explicó su el funcionamiento, y me habló de mi hija
con tanto interés que ya solo deseaba llevarla allí. Todo era tan diferente de los centros de
educación regular, donde, nada más saber que mi hija tenía una discapacidad, se lamentaban
de que no hubiera plaza o de que no tuvieron recursos para niños “de su condición”. No tardé
mucho en darme cuenta de que tenían razón: esos centros no estaban preparados para atender
a niños como mi hija.
Llegó el primer día de cole, y desde ese día hemos pasado un proceso de adaptación, las dos. Mi
hija está mucho más a gusto en el cole, más sociable, más espabilada; yo, más tranquila, más
apoyada.
En su “cole especial” tiene fisioterapia, logopedia, terapia ocupacional, terapia acuática, una
profesora de educación especial y una auxiliar por cada clase (de 5 alumnos). Todo ello integrado
en la mensualidad y sin coste adicional. ¿Tendría los mismos recursos en un colegio regular?
Si de verdad se pretende integrar a los niños con necesidades especiales en colegios ordinarios,
creciendo y aprendiendo con los niños que no tienen las mismas necesidades, hay que conocer
bien la realidad y dotar esos centros con los mismos recursos que tienen ahora. No hablo apenas
de eliminar barreras arquitectónicas, es mucho más: adaptar currículos, contratar profesores,
auxiliares, terapeutas, logopedas; disponer de tantísimos aparatos y material ortopédico; e
muchas cosas más.
¿Se puede hacer? Si pensamos en lo difícil que es encontrar un simple parque infantil que esté
adaptado a niños con necesidades especiales, ¿podéis imaginar lo difícil que será adaptar los
colegios ordinarios?
Porque no nos olvidemos, un colegio para un niño con esas necesidades tiene además de
educadora una función cuidadora y rehabilitadora.
Que eso no significa que todos los niños con necesidades especiales necesitan un colegio de
educación especial; significa que los niños con necesidades especiales tienen el derecho a
frecuentar un colegio de educación especial, si es el que mejor se ajusta a sus necesidades.
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